Sabado 11 de mayo 2024

Jorge Navarro, memorias de un periodista

Redacción 28/04/2024 - 00.26.hs

Está jubilado como comunicador en los Servicios de Radio y Televisión de la Universidad Nacional de Córdoba. Pero por si faltaba algo ahora es actor: en un teatro de la Docta interpreta “El Candidato”.

 

MARIO VEGA

 

“¡El mejor…!”. Raúl, el mozo de “Urbana”, confitería ubicada a metros de “La Cañada” en el centro de la ciudad de Córdoba –de esos meseros pícaros en el ida y vuelta con los clientes-- saluda al parroquiano habitual con una broma y casi con una reverencia.

 

El aludido devuelve la atención e intercambian bromas, hasta que Raúl va hasta la barra para regresar con los cafés que le pedimos. Jorge Arturo Navarro (69) está casi como siempre, como cuando lo conocí hace más de dos décadas… Con el cabello --y la barba que adoptó hace un tiempo-- con un tono blanquecino; y con ese modo de comunicarse que ha sido siempre su marca distintiva: el gesto amistoso, la sonrisa y el modo de decir agradable que lo lleva a caer bien siempre donde vaya.

 

Nos encontramos en un bar cordobés en estos días para recordar esos momentos en los que –aquí en Santa Rosa-- coincidíamos en una redacción, o discutíamos acaloradamente al aire en un programa de radio… los dos con esa pasión que sentíamos –y creo perdura-- por el periodismo de aquellos viejos buenos tiempos.

 

Conociendo a Navarro.

 

Es como si lo estuviera viendo la primera vez que ingresó a La Arena –cuando estaba ubicada en 25 de Mayo 333-- a presentar su currículum a Saúl Santesteban, entonces director del diario. Pantalón gris, camisa blanca, el saco azul cruzado… Y los bigotes como un rasgo distintivo.

 

Lo miré a la pasada y me fui. Jorge volvió al otro día ya a trabajar. En sus primeros días me tocó la tarea un poco de cicerone, para hacerle conocer la ciudad y, sobre todo, presentarle gente de distintos ambientes como para que empezara a desarrollar su tarea periodística.

 

De entrada nomás mostró su capacidad y, de manera especial, un carisma –ese cierto magnetismo, simpatía y buenos modos- que pronto lo hicieron granjearse el afecto de quienes serían sus compañeros. Sí, ese era un tipo especial.

 

Familia y estudios.

 

Era fines de la década del ‘80 y vino con toda su familia. Su esposa Miriam Mugas (lamentablemente fallecida hace pocos meses) iba a tomar un puesto en UCOM (Servicio Médico de Emergencia que habían puesto en marcha Flecha Leones y Analía Molteni). La decisión fue trasladarse todos a Santa Rosa, aunque eso significaba, obviamente, que Jorge debería dejar sus múltiples actividades en Córdoba Capital.

 

El matrimonio venía con cuatro hijos: Martín, Natalia y Federico que hoy trabajan en Globant, empresa que produce tecnología, y Agustín que lo hace en la Municipalidad de Córdoba. Natalia –”la más formal de los cuatro”, la define Jorge--, les dio tres nietos, Felipe (7), Ignacio (4) y Emilia (2).

 

Su padre, también Jorge Arturo, había sido administrador en Minetti (en su época fuerte cementera de La Calera); su mamá fue María Esther (docente), y eran tres hermanos los Navarro: Raúl (fallecido), y Silvia (también maestra) que sigue en La Calera.

 

Hizo la primaria en esa localidad y el secundario en la Escuela Superior de Comercio General Belgrano que depende de la Universidad Nacional de Córdoba en la Capital. Después empezó Ciencias de la Información, le tocó el servicio militar y cuando quiso volver a las aulas los militares habían cerrado la facultad. Más tarde iba a intentar con Abogacía y aunque cursó hasta cuarto año sus obligaciones laborales y familiares lo hicieron desistir de continuar hasta el final.

 

La charla que nos debíamos.

 

Nos habíamos visto con Jorge unos pocos minutos allá por octubre del año pasado, cuando vino por un par de días a reencontrarse con amigos aquí en Santa Rosa. Y nos debíamos una charla…

 

Y en este encuentro –en este bar de Córdoba- fueron aflorando recuerdos de aquellos momentos, cuando íbamos y veníamos sin parar casi corriendo al tiempo para hacer de todo un poco… periodismo escrito, pero también radio y televisión.

 

Y en la conversación iban apareciendo nombres, situaciones, anécdotas.. Esas historias que se producen habitualmente en el desarrollo de nuestra profesión.

 

Un día “El cordobés”, que así lo llamábamos por aquí (muy originales no éramos, es verdad), se fue… Primero a Buenos Aires con cuestiones vinculadas a la política, que tanto le gustaban, y más tarde definitivamente a su tierra. Y lo dejamos de ver, y casi –salvo alguno que otro que sí lo tenía- perdimos el contacto.

 

Un tipo carismático.

 

¿Qué será del “cordobés”?, nos hemos preguntado quienes éramos sus colegas más de una vez mientras traíamos a la mente el recuerdo de momentos compartidos, donde siempre destacábamos eso que lo distinguía claramente: su carisma.

 

Porque Jorge tiene ese don particular, y además la inteligencia y los conocimientos que lo convertían en lo que solía repetir casi solemnemente: “Yo soy un profesional”. Y no daba lugar para la duda.

 

Y la verdad, tenía razón, porque aquilataba una extensa y meritoria trayectoria en su Córdoba natal, y mientras estuvo en La Pampa –algo así como 9 años-, no hubo medio periodístico en el que no haya demostrado sus dotes de periodista todo terreno.

 

Jorge y el periodismo.

 

En Córdoba, Jorge trabajó primero en “Listas Argentinas”, una suerte de guía de la industria que lo llevaba a viajar a distintas provincias para vender avisos en diversos rubros comerciales.

 

Entiendo que no debe ser fácil ser periodista en la Docta –pensando que deben ser muchos los que manifiesten esa vocación-, y mucho menos destacarse claramente entre sus pares. Pero él lo iba a conseguir rápidamente.

 

Empezó en 1977 en un vespertino ya desaparecido, el diario Córdoba, esto es un año antes del Mundial. “Arranqué en la sección Deportes… hacía crónicas de partidos de futbol, cubría las reuniones de la Liga Cordobesa donde se discutía la política, no solo deportiva, cuando estaba esa prohibición de la vida partidaria que ordenaba la dictadura. Y bueno, allí se hicieron conocidas mis notas y opiniones sobre todo con la Resolución 1309 de AFA que llevó a Talleres e Instituto a jugar al Metropolitano”. Allí también se desempeñaba este personaje que vemos en teve (y que me cae tan mal) que es Alfredo Leuco, cuando pensaba muy distinto a como se expresa en este tiempo.

 

Director con Angeloz.

 

Pero además, y como para compensar un poco, le tocó compartir tiras deportivas radiales con un grande del periodismo cordobés como fue el Negro Brizuela.

 

Como pronto se hizo conocido no extrañó que en 1981 fuera contratado por La Voz del Interior, el medio más tradicional de la provincia.

 

Pero en 1984 iba a tener un ofrecimiento del gobernador Eduardo Angeloz. “Sí, y un poco presionado por mis colegas del gremio asumí como el primer Director de Prensa de la provincia tras el regreso de la democracia. Al año siguiente

 

asumí como gerente de contenidos de los SRT, Canal 10 y Radio Universidad de Córdoba”, completa.

 

¡Éramos tan pobres!

 

Pero pasarían cosas, y promediando 1989 vendría a vivir a Santa Rosa. “Mi esposa Miriam ingresó a UCOM como odontóloga y llegó a ser directiva de la Caja de Profesionales. Y bueno… ya sabés, trabajé en La Arena donde hice grandes amigos; después estuve al frente del informativo de LU33 Emisora Pampeana; fui redactor de El Diario y de La Reforma e hice programas de radio con vos, y de televisión con Nelson Nicoletti en Canal 3”, puntualiza.

 

Fuimos desempolvando antiguas pequeñas historias y no pudimos menos que recordar con una sonrisa, y un poco de nostalgia cabe decir, cuando en esos --sus primeros meses por aquí-- nos levantábamos a las 5 de la mañana (¡!!). Sí, nos juntábamos para hacer un programa en una incipiente emisora FM de esos años y, la verdad, no teníamos mucha seguridad que alguien nos escuchara.

 

Entre risas trajimos a la memoria que para hacerlo nos movíamos en mi humilde Fiat Iava, y que la inclemencia del invierno –en esas madrugadas aún de noche- nos castigaba de lo lindo con el aire helado que se colaba por una de las ventanillas a la que le faltaba el vidrio… Y sí, es que –como decía el Negro Olmedo- ¡éramos tan pobres!

 

Fueron varios años de andar las redacciones, de sentarnos en largas tertulias en los cafés cercanos, y también es cierto que pudo haber surgido alguna rencilla momentánea que Jorge arreglaba con una frase que tengo siempre presente: “No seas zonzo…”. Y esta expresión –”zonzo”- sonaba nada agresiva, mucho más suave y conciliadora que alguna otra que se pudiera utilizar.

 

Vuelta a Córdoba.

 

Pero un día llegó la decisión familiar de volver a Córdoba. “De todos modos desde allí viajaba semanalmente a Buenos Aires, porque fui funcionario del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y del gobierno de Aníbal Ibarra en la ciudad de Buenos Aires”. Un contacto que se había producido a partir de su vinculación con el Fregen, que aquí lideraba Pablo Fernández, quien luego sería diputado provincial y luego nacional.

 

Lo cierto es que aquí “el cordobés” supo granjearse una buena cantidad de amigos. Todos los del Fregen, pero también de otros partidos. Y por mencionar a algunos que sé tenían una amistad con él recuerdo a Héctor Malán, Yiyi Consiglio, Nelson Nicoletti, y muchos otros de la política, y también del Consejo de la CPE Santa Rosa. Y del ambiente periodístico a Juan Pablo Gavazza, El Gato Silvestre, Graciela Macedo, Laura Davini, Mónica Rojas, Ramiro Rodríguez, El Negro Matilla, Leo Santesteban, Carlos Mateu… y muchos más.

 

Jorge y la política.

 

Su padre había sido un acérrimo radical, y Jorge andaba más o menos por allí en cuanto a sus ideas políticas, pero era un poco “más de izquierda. En el 83 entre Italo Luder que decía que no se podía juzgar a los milicos y Alfonsín, me quedé con el ‘Alfonso’... Lo admiré mucho hasta el Pacto de Olivos”, precisa.

 

Al participar de la experiencia del Fregen en La Pampa se sintió “atraído por Néstor Kirchner, un gran político y presidente. Pero es verdad que tuve diferencias sobre todo con el segundo mandato de Cristina... y lo que terminó de decepcionarme fue el gobierno de Alberto Fernández, del que fueron corresponsables la misma Cristina y (Sergio) Massa. Hubo errores en economía y soberbia y sectarismo en política; y todo eso terminó por allanar el camino para que terminara de surgir un Milei”.

 

Mesiánico de la derecha.

 

Jorge es un agudo observador de la política y dice lo que piensa. “Estamos ante alguien que no tiene nada que ver con lo que soy, pienso y hago. No juzgo a los que lo votaron, aunque no me callo. Es un mesiánico de la derecha antediluviana que quiere regresar a la Constitución del ‘53 y a la Argentina preindustrial. Con un agregado… también quiere borrar a Sarmiento, atacando a la educación pública y a la ciencia que el gran maestro incorporó a la Argentina”.

 

Analizó que “como el PRO es una apéndice de La Libertad Avanza y la vieja política está en decadencia total, Milei sigue manteniendo expectativas en alguna parte de la sociedad. Sobre todo en el interior, donde el peronismo del conurbano y el radicalismo aporteñado han dejado de atraer mayorías”.

 

Una mirada.

 

Navarro razona que “en este peronismo del interior (Martín) Llaryora es un emergente que debe demostrar que tiene condiciones de gobernar una Córdoba no peronista, con la acepción que en general se tiene del peronismo. Si lo logra, quizá esté en la conversación de 2027”.

 

Sobre nuestra provincia Jorge ve que “como en el resto de la Argentina el peronismo tiene una dificultad de sucesión. Si no acierta, habiendo sido derrotado en algunas localidades en las últimas elecciones, se enfrentará a una situación inédita. Y me dicen que el hijo de Pacheco Berhongaray (Martín) se perfila como un buen candidato a futuro”, indica.

 

“Por allí me recuerdan”.

 

Hace algunos meses –allá por octubre del año anterior- “el cordobés” regresó a Santa Rosa. “Fue algo que me debía… Me convenció el Gato Silvestre y fue volver a revivir una de las etapas más hermosas de mi vida… encontrarme con amigos entrañables como vos y el resto de los cumpas del periodismo; con mis amigos de la CPE, incluido el inolvidable Pablo Fernández (vive en un pueblo del norte cordobés) con quien me pusieron al habla telefónicamente mientras comíamos un asadazo en una quinta camino a Toay”, dice con una amplia sonrisa como reviviendo el momento.

 

Y completa: “Fue una etapa feliz en mi vida y, para mi sorpresa, luego de más de dos décadas, aun me recuerdan con mucho mucho cariño”, y los ojos se le ponen un poco vidriosos.

 

Lo que viene.

 

¿Y de lo que viene? “Me gustaría tener una vejez activa, con realizaciones, sin retiros. Disfrutar de mis hijos, mis nietos y mis amigos. Seguir haciendo radio y teatro. Comer ricos asados y tomar buenos vinos a pesar de Milei. Asombrarme con los más jóvenes y disfrutar de las sierras de Córdoba. Continuar en las luchas de mis convicciones, sin aceptar que no se puede. Esta semana cientos de miles de jóvenes volvieron a demostrar que todo es posible cuando se ama la vida. Y también asumir la tristeza por los que ya no están, entre ellos Miriam”. Dice eso y ahí sí la emoción lo desborda.

 

Jorge se va caminando despacio entre la gente y yo sigo sentado en el café… Lo miro y me quedo con los recuerdos que hasta recién estábamos repasando juntos. Y pienso, ¡que lindo fue reencontrarnos “cordobés”!.

 

Y se me ocurre una reflexión… una broma claro: al final, después de repasar lo que has hecho (veo que como yo jamás agarraste una pala), deberías admitir que no trabajaste nunca (¡!!). No obstante, como tenés respuestas para casi todo lo explicarás diciendo eso que tanto te gusta repetir: “Ya sabés, yo siempre fui un obrero de la palabra”.

 

Abrazo amigo… Por aquí te estamos esperando. No seas “zonzo” Jorge, venite…

 

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