Jueves 08 de mayo 2025

El gran reemplazo

Redacción 04/05/2025 - 14.15.hs

No es un secreto que, para escribir su novela "El cuento de la criada" (1985), Margareth Atwood se inspiró en el plan sistemático de apropiación de hijos e hijas de personas desaparecidas durante la dictadura de 1976-1983. Aquel horroroso experimento perpetrado contra civiles argentinos, le sirvió a la escritora canadiense para imaginarse, en un futuro no muy lejano, a los Estados Unidos transformados en una dictadura teocrática, como reacción a una crisis de fertilidad ocasionada por la degradación ambiental. En la ficción, las pocas mujeres fértiles son esclavizadas para servir como "recipientes" de los hijos de una casta de varones dirigentes, denominados -como un eco del caso argentino- "comandantes". Durante mucho tiempo se interpretó a este relato distópico como una manifestación de la fecunda imaginación de la autora, sin conexión posible con la realidad. Hasta ahora.

 

Géneros.

 

En su discurso inaugural de enero pasado, el presidente Donald Trump anunció que, durante su administración, el gobierno sólo reconocería la existencia de dos géneros: el masculino y el femenino. Esto no representaba necesariamente una expresión de homofobia de su parte. Después de todo, su secretario del Tesoro, Scott Bessent, no cabe en esa definición binaria. Y para el caso, el propio Trump no se priva del maquillaje, los cuidados capilares y hasta de contemplar y elogiar la belleza masculina ajena.

 

Lo que está en juego aquí es, como en el cuento de Atwood, la cuestión de la fertilidad. La necesidad imperiosa que tienen las naciones de -al menos- mantener el número de su población, ya que los números, así como suelen ganar batallas, también marcan el poderío de los países. Es esa la razón por la cual China es una amenaza al predominio norteamericano, e incluso la India, largamente considerada una rémora tercermundista, va por el mismo camino.

 

Mientras sobre fines del siglo pasado la obsesión de la dirigencia mundial era la cuestión de la "explosión demográfica", hoy por el contrario nos encontramos en la situación inversa: la mayoría de los países, desarrollados o no, presentan índices de crecimiento negativo, por lo que en apenas un siglo se augura que la población mundial decrecerá dramáticamente.

 

Apenas en los años '70 del siglo pasado, China le imponía a sus habitantes la obligatoriedad de no tener más de un hijo por matrimonio. En la India misma, en tanto, miles de personas fueron sometidas a prácticas de esterilización quirúrgica, muchas veces sin molestarse en obtener previamente su consentimiento. Hoy en cambio, como acaba de hacer el gobierno de Trump, habrá incentivos económicos para las mujeres que procreen.

 

Africa.

 

La excepción a esta regla del decrecimiento poblacional la está dando Africa, tan luego el lugar donde se originó la especie humana que terminó poblando y dominando todo el planeta. Expoliados y humillados durante siglos por la colonización europea, condenados a la pobreza extrema o a emigrar, muchas veces para morir ahogados en el Mediterráneo, los africanos parece que tendrán su revancha en algún momento en un siglo o algo así. ¡Si tan sólo tuviéramos vida suficiente para observarlo cuando se dé vuelta esa taba...!

 

Lo cual nos lleva de nuevo a los Estados Unidos. Porque si el problema es el retroceso demográfico, ¿no resulta contradictorio que Washington haya encarado, justo ahora, el proceso de deportación masiva de inmigrantes más enérgico (y caótico) de que se tenga memoria? ¿No hace ruido que se busque revertir, justo ahora, el tradicional principio americano, de que el lugar de nacimiento determina la nacionalidad?

 

La explicación es muy sencilla, y cabe en una sola palabra: racismo. La derecha norteamericana ha comprado un mito, llamado "el gran reemplazo" (the great replacement) según el cual existiría un complot en curso, destinado a eliminar a la población blanca de los EEUU, y sustituirla por inmigrantes -digamos- de colores exóticos. Si hasta el propio Trump, dando la voz de alarma, dijo que los blancos norteamericanos deberían preocuparse por lo que ocurre en Sudáfrica, donde -según él- la minoría blanca estaría siendo discriminada.

 

Qué ironía que el grupo humano que durante casi todo el siglo XX mantuvo vigente ese horror que fue el "apartheid" -que por momentos hacía padecer a la Alemania nazi- se queje ahora de una -inexistente- discriminación. Grupo humano al que, por cierto, pertenece el funcionario estrella de Trump, Elon Musk.

 

Malcom X.

 

Y ya que hablamos de este personaje, es interesante verificar su biografía personal, que incluye una obsesión malsana con la procreación, particularmente, de las personas que él considera superiores intelectualmente. Por su parte, ha engendrado unos diez hijos con tres mujeres distintas y con muy diversos procedimientos, a los que ha dotado de nombres pintorescos que le reprocharán de por vida. A uno de ellos lo bautizó simplemente "X", como su red social, o como -seguramente no lo advirtió- se autodenominaban los negros norteamericanos para denunciar la pérdida de sus apellidos originales de Africa debido a la alienación de la esclavitud.

 

Todo este experimento eugenésico no puede sino despertar preocupación: la historia del siglo pasado nos muestra cómo suelen terminar esos proyectos nacionales basados en la pureza racial. Pero al menos, en el caso de EEUU, lo que los motiva es una idea, una voluntad de predominio del propio país.

 

En nuestro país, en cambio, la apropiación de bebés no estaba atada a la idea del crecimiento demográfico como búsqueda del poderío nacional. Lo que se buscaba era la humillación del supuesto enemigo interno, al que se despojaba así de todo lo imaginable: la libertad, la dignidad, la vida, la propiedad, y hasta la progenie. Una perversión que, lamentablemente, tiene antecedentes históricos, con el trato que se dio a los niños de los pueblos originarios tras la llamada "Conquista del desierto".

 

Aquí la teoría del reemplazo no funciona como consecuencia del axioma "gobernar es poblar". Nuestra elite económica no tiene ninguna vocación de poblar, ni de convertir al país en una potencia. Para mantener el estatus colonial que tanto adoran, la población debe ser expulsada. Como dijo un asesor estrella del actual gobierno, el país está plagado de recursos naturales, pero lamentablemente está poblado por argentinos "que es el problema que aún no logramos resolver".

 

PETRONIO

 

Foto: AP News.

 

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