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Domingo 14 de diciembre 2025

Agustín Pérez Isa, loco por el básquet

Redacción 06/07/2014 - 03.21.hs
MARIO VEGA - Santa Rosa debe tener algo especial que hace que no pocos que llegaron alguna vez decidieran quedarse para siempre. De Pehuajó vino una multitud de jóvenes, y muchos armaron sus familias y se quedaron.
En estos días de fiebre mundialista la pasión nos hace bullir la sangre a todos, aunque no es algo que pase todo el tiempo y, seguramente, cuando el torneo finalice la gran mayoría volverá a desinteresarse del deporte, de su práctica, o de su vinculación de cualquier tipo que sea. Pero habrá otros, esos a los que la cuestión les pegó desde chicos que continuarán sintiendo que el corazón les late de una manera diferente ante una justa deportiva. Siempre. No es fácil de explicar, y muchos relativizan tanto entusiasmo y casi no lo pueden entender.
Uno de esos referentes para el deporte lugareño, de esos tipos que han concebido su vida a través del deporte es Agustín Pérez Isa, que así apellidado lo conoce todo el mundo aunque ahora él revele que en realidad es Pérez Civelli.
Un tipo "enfermo" del básquet, que cumplió dentro de esa disciplina todas y cada una de las funciones: jugador, técnico, dirigente y fervoroso hincha de Estudiantes en cada cancha donde se presentara el celeste.

Al frente, siempre.
Precisamente su estilo confrontativo, polémico si se quiere, marcó el trayecto de Tincho, porque su temperamento es una marca registrada. Por supuesto eso le generó simpatías, amigos y conocidos y, también, como sucede habitualmente con alguien que se involucra tanto le debe haber producido muchos antagonistas. Habrá, probablemente, quienes le marquen defectos o errores, en una caracterización que a lo mejor pretende más de una vez el menoscabo. Les pasa a muchos en todas las disciplinas, y no hay quien se salve de algún juicio negativo. Pero hoy, en la etapa de la madurez, Tincho puede estar convencido que hizo mucho para el básquet, que aportó su esfuerzo, su energía y muchísimas horas de su vida detrás de una pasión.

 

Familia y deporte.
Nacido en Pehuajó, es integrante de una familia numerosa, de ocho hermanos: Hernán, Gustavo y Lucio -fallecidos-; y David (hermano mellizo de Agustín), que hoy vive en La Plata, María Emilia, Lidia Esther y Nora. Su mamá se llamaba también Lidia Esther Civelli.
Casado hace casi 40 años con Elsa Evangelista, tienen tres hijos, como no podía ser de otra manera, todos deportistas: Agustín (kinesiólogo), Nicolás (basquetbolista), y Gonzalo (periodista). Pero además hoy Tincho tiene una ocupación en la que pone todo su amor: es abuelo de Isabella (7), hija de su hijo mayor; y Benjamín (3 meses), retoño de Nicolás.
Todas las tardes con su esposa toman el compromiso de cuidar a sus nietos mientras los padres trabajan, y eso lo colma aunque le está restando sus clásicas visitas al club.

 

El Pehuajó natal.
Cursó la primaria y la secundaria en Pehuajó, mientras el deporte llenaba todo el resto de su vida, y la de sus hermanos. Fútbol, básquet -la gran pasión-, hándbol, voley, y hasta atletismo y sóftbol. "Los profes eran fenómenos... Bocha Ornad fue destacadísimo atleta que vino muchas veces a Santa Rosa, y también Pato Domínguez. Y no sólo eso, papá Hernán fue "centrojás" con la del Estudiantes pehuajense. Con ellos no era difícil engancharse con el deporte sino todo lo contrario. "Le hacíamos a todo, y en mi caso al fútbol llegué jovencito a jugar en la primera de Estudiantes de Pehuajó, donde pasábamos la mayor parte de nuestras horas. Mis hermanos también eran muy deportistas, y el clásico del pueblo era con Deportivo... era un Boca-Ríver, al básquet o al fútbol, y siempre a cancha llena", recuerda Tincho.
La familia podría decirse que tenía un buen pasar, porque el padre trabajaba en su estudio contable, tenía una estación de servicio y además era administrador del Cine Zurro -perteneciente a la familia del actual intendente de Pehuajó-, y los chicos se podían dar el gusto de dedicarse al deporte.

 

Pehuajenses en Santa Rosa.
Cuando llegó al momento de empezar la universidad, Tincho tuvo una propuesta para jugar básquet en La Plata, pero el hecho de que su hermano David también estuviera ya instalado hizo que la decisión familiar fuera que viniera a estudiar Ciencias Económicas aquí. "Me enamoré de Santa Rosa, y hoy es mi ciudad", dice convencido en la calma de su hogar, ahora que los nietos ya se fueron.
En Santa Rosa hubo una barra muy particular de bonaerenses, y sobre todo de pehuajenses en la década del '70, y los Pérez Civelli (Pérez Isa para todos) David y Agustín no se perdían ninguna, junto a otros como su primo El Chivo Civelli -también jugador de fútbol y de básquetbol-. Pucho Lluch, Miguel Tavella, Birolo, Veiga... La 'casa del tío Pío'y la de 'la calle Alem' eran el refugio de esa banda que estaba prendida en todas. Estudio -"un poco", admite hoy a la distancia Tincho-, pero también madrugadas de asados, guitarreadas y peñas. Y por si faltaba algo las mesas de poker hasta altas horas de la noche.

 

Básquet, siempre básquet.
Fueron tiempos de bohemia sobre la que la mayoría consiguió imponerse para cumplir con el estudio. En el caso de Tincho la cuestión fue que más allá porque se puso de novio y al poco tiempo se casó con Elsa -que trabajaba también en Vialidad Nacional, y que se jubiló hace poco en la Justicia-, por lo que los estudios quedaron algo postergados. "Me quedaron tres materias para recibirme de contador", precisa.
Cuando llegó al básquet de Estudiantes se encontró con un equipo donde lucían Monzo Rodil, Quique Monlezún, Toto Funes, Zurdo Núñez, Juan Carlos y Belcha Gavazza, entre otros.
Su espíritu, su bravura expresada en cada cancha lo convirtió en referente. Por un tiempo siguió jugando al fútbol en el Estudiantes de Pehuajó, viajando en tren cada fin de semana, hasta que se afincó definitivamente: "Me enamoré de Santa Rosa, y se transformó en mi ciudad", admite.

 

Tiempos difíciles.
El gimnasio celeste pasó a ser casi su casa, consiguió trabajo en Vialidad Nacional y allá por 1975 se casó. Enseguida vendrían los hijos y también momentos difíciles, porque cuando el Proceso lo prescindieron -lo hallaron "culpable" de ser delegado gremial-, y perdió no sólo su trabajo sino también su casa.
Fueron tiempos duros, pero la vinculación con Estudiantes era tan fuerte que le ofrecieron la cantina del club, "y todo resultó bárbaro. Teníamos 70 estudiantes a comer por día, y las peñas que se organizaban era un éxito. La verdad es que fueron tiempos bárbaros y me fue muy bien". Tincho se convirtió por su entrega en un referente estudiantil, y se dio el gusto de disputar nada menos que seis torneos nacionales vistiendo la casaca pampeana, cuando el del básquet era "el más argentino de los campeonatos", y además seis torneos regionales, siempre aportando su juego, pero sobre todo ese espíritu especial que lo destacaba.

 

El dirigente.
Luego vino la etapa del técnico, no mucho tiempo, y después la de dirigente, como presidente de la Asociación y más tarde acompañando a Germán Vaccaro como vicepresidente de la Federación Pampeana, en la que quedaría al frente cuando aquel pasó a la dirigencia nacional.
Fueron años de pelearse mucho para imponer sus ideas, para tratar que el básquet retomara sus buenos momentos, y el bregar para un torneo que fuera más allá de los límites de Santa Rosa y General Pico. "Estoy hecho, si hasta conseguimos hacer aquí el campeonato argentino... Lo único que me duele es haber perdido la categoría con Estudiantes y no jugar más por la Liga Nacional. Ves, con eso sí sueño, con volver alguna vez a todo aquello", se ilusiona.
Y en lo deportivo, me parece que es verdad que no tiene qué reprocharse. Por si faltaba algo, sus tres pibes jugaron baloncesto -¡qué antiguo suena!-, y en tanto Agustín disputó la Liga Nacional con Estudiantes; Nicolás se dio el gusto de jugar mucho tiempo en Italia; en tanto el colega periodista, Gonzalo, juega para los celestes. "Soy tranquilo cuando los veo jugar... No me meto, ni les doy indicaciones", dice para dejar constancia que no es como otros padres -aquí me anoto, lamentablemente- que se vuelven locos cuando sus hijos compiten.

 

Sentir el deporte.
Hay que haber sido atleta para entender lo que se siente. E imagino lo que he sentido alguna vez -en otras disciplinas- trasladado al básquet: la fortuna de un tiro desde el perímetro y la pelota que juguetea merodeando incierta por el aro para marcar el triunfo o la derrota, a un tris de la chicharra...; el esfuerzo para luchar por una bola arriba bajo el tablero; la cabeza fría para conducir un ataque; el dolor indescriptible de una capitulación, o la mansa alegría de la conquista. Esa sensación de que fue injusto perder si uno lo entregó todo -pero sucede de cualquier manera-, el llanto contenido por lo que debió ser y no fue... o la tibia sensación de haber ganado dibujada en la sonrisa de los compañeros.
Sí, no es fácil razonarlo... entender que alguien pueda ser verdaderamente loco por un deporte. ¿O no Tincho?

 

Bustriazo, padrino de peña.
Las peñas fueron una atracción especial para Tincho, y llegó a tener una cuyo padrino era nada menos que Bustriazo Ortiz. "Era donde hoy funciona Baro Bar, y se llamaba 'El Coru Hue (lugar de comidas). Bustriazo iba todas las noches, y el famoso vaso que llevaba siempre, y su portafolios, se lo regalamos nosotros. El portafolio se lo trajo mi hermano de Estados Unidos y tenía una clave que se la cambiamos una noche y no pudo abrirlo... se enojó mucho y estuvo varios días sin venir", rememora.
Tincho dice que el básquet le dio muchísimos amigos, y aún a riesgo de olvidar a algunos menciona a Carlitos Gómez (fallecido joven), el Negro Nevares, Sapo Carrizo, Carlos Crespo, El Turco Fernández, Julio Tamborini, los Ibáñez (hoy viven fuera de la provincia), entre muchos otros. "Con Carlitos Gómez nos matábamos en la cancha, pero si jugábamos en Santa Rosa al final del partido él me esperaba en la cantina para tomarse su ginebrita y yo mi cerveza; y a la vuelta en Estudiantes era igual", recuerda.
Considera al profesor Horacio González "el mejor técnico" que tuvo. Es precisamente el profe el que cuenta del temple de Tincho. "Tenía un enorme temperamento... una vez jugábamos en Río Negro y le apagaron un pucho en una pierna. ¿Achicarse?... era peor, los encaraba a todos... era bravo jugando", lo define.
Casi me atrevo a asegurar que con una de las personas con las que más debe haber discutido Tincho debe haber sido con Fidel Bretón: "Sí, y somos amigos. Ahora se dio el gusto de llegar a presidente de All Boys... Siempre tuvo ese sueño, yo no. Pero a lo mejor... quien te dice". Final.

 

Picardías en una cancha.
Años atrás se jugaban clásicos épicos entre Estudiantes, All Boys y Santa Rosa, en los que algunos hacían prevalecer sus mañas: "Yo era una porquería", dice Tincho, pero refiere que "peor era el Jeta Gavazza, que además jugaba un montón", lo menciona con una sonrisa. Y refiere una anécdota de tantas: "Jugábamos en Pico FBC, y en el tablero allá arriba se imponían los locales, pero en la planilla iba arriba Estudiantes por un punto. 'Lo que vale es la planilla', dijo el padre de los Ibáñez (Julio y Paco, jugadores celestes). Casi nos matan...", se ríe con ganas. "Pero ganamos", completa.

 


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