Amos de la guerra
Un poco a la manera de Marvel o de Disney, los muchachos que manejan la política internacional han decidido reflotar la franquicia de la Guerra Fría, y retornarnos a una especie de Siglo XX cambalache y distópico. Hay que reconocer, desde luego, que no hay nada más cinematográfico que una situación donde el mundo se divide en dos bandos bien diferenciados, donde cada uno de ellos puede acusar al otro de representar lo más maligno y abyecto de la especie humana (lo cual, por otra parte, permite por nuestra parte la ejecución de actos malignos y abyectos, que por comparación resultan ser justificados). Es mucho más difícil dramatizar las enormes complejidades de la vida y de la política, y de ahí que en estas historias al final los buenos "vivieron felices y comieron perdices", una fórmula de felicidad casi perfecta si excluimos la opinión de las perdices.
Swap.
El último episodio de este refrito diplomático se vivió esta semana, cuando al mejor estilo "Muro de Berlin", los EEUU y Rusia volvieron al viejo juego de intercambiar (swap) prisioneros. Los rusos entregaron a Britney Grinner, una estrella del basquetbol femenino que había sido detenida en Moscú, luego de detectarse en su equipaje una buena cantidad de marihuana. Muy a regañadientes, y sufriendo una presión social importante en casa, Washington debió entregar a Viktor Bout, un mercader de armas ruso al que en occidente se le adosó el apodo de "mercader de la muerte".
Hay que decir que el efecto cinematográfico ni se acerca a los tiempos gloriosos en que los prisioneros se intercambiaban en el Puente Glienicker de Berlín, una noche de invierno atroz, con los resuellos de los protagonistas casi congelándose al salir de sus narices, y todos con esos sobretodos pesados como un sarcófago que sólo los utileros de Hollywood sabían donde conseguir (y nunca nos dieron el dato). Invariablemente también había allí, del lado norteamericano, un personaje tipo Tom Hanks, cuando no el mismísimo Tom Hanks -recién desocupado del set de Forrest Gump- mostrando esa expresión facial de sufrimiento tan de este actor norteamericano, que nunca se sabe si está sufriendo o simplemente está pensando en una hamburguesa.
Los tiempos de Instagram hacen que todo resulte más pequeño y más efímero. La única foto disponible del intercambio es la de Grinner, aterrizando en San Antonio, Texas, donde sería sometida a un meticuloso análisis médico para comprobar su estado luego de padecer las gélidas prisiones rusas. Una imagen triste y desvaída de una mujer que, en su esplendor como deportista, descollaba con su belleza, su altura sobrehumana y su confianza imbatible.
Weed.
Han habido algunos reportes últimamente sobre el uso de marihuana por parte de los deportistas de elite. Claramente no se trata de una droga que mejore la performance deportiva, más bien todo lo contrario, ya que como es sabido, afecta la motricidad fina, y además provoca un apetito descomunal que atenta contra la silueta. Y seguramente para un norteamericano no era una buena idea entrar con drogas a Rusia en medio de la guerra de Ucrania.
Pero está claro que no en todas las partes del mundo se está dando en forma homogénea la relajación de la persecución penal contra estas llamadas "drogas blandas", luego del reconocido fracaso de la política de guerra total lanzada por el presidente Richard Nixon algo más de medio siglo atrás. Otros países siguen persiguiendo las drogas conforme su propia agenda, ya sea religiosa (como en el mundo musulmán) o simplemente por una cuestión de preservación del carácter nacional. Que lo diga, si no, Paul McCartnery, quien en 1980 se comió varios días en un calabozo japonés, con perspectivas de una condena a prisión de por vida, por intentar ingresar a ese país con unos cuantos porros.
Se habla menos de Viktor, el otro prisionero, arrestado en Tailandia en 2008, en cuyo prontuario figuraba el horroroso crimen de haberle vendido armas a los talibanes, por el cual purgaba una condena de 25 años de prisión en EEUU. De algún modo, en esta narrativa, los traficantes de armamento rusos son mercaderes de la muerte, mientras que las compañías occidentales que le venden armas a Ucrania son adalides de la libertad. ¿Es casualidad que haga meses que no se hable de conversaciones de paz entre rusos y ucranianos, dos pueblos hermanos, separados por los intereses de la OTAN?
Bob.
Está claro, incluso en la hipótesis de que Ucrania pudiera ganar esa guerra, lo que quedará del país será una infraestructura destruida, un pueblo diezmado, y una deuda externa atroz, fundamentalmente, con los "libertarios" proveedores de armas occidentales.
A todo esto, en el intercambio de prisioneros de esta semana, hubo dos que quedaron colgados. Los rusos en realidad tenían como prioridad la liberación de Vadim Krasikov, preso en Alemania, acusado de haber asesinado a un insurgente checheno, en un parque de Berlín, a plena luz del día. Aparentemente la legislación alemana es muy estricta con eso de entorpecer las paz de sus parques, y se negaron a participar del negocio. Al fin y al cabo, era un prisionero propio.
También colgado del pincel y sin andamio bajo los pies quedó en Rusia como prisionero Paul Whelan, un ex militar norteamericano al que los rusos acusaban de ser un espía, a quien condenaron a prisión en un juicio que desde Washington tacharon de irregular, ya que ellos siempre negaron que este sujeto fuera un espía. Aquí es donde el guión de la Guerra Fría parece no haber sido bien estudiado: se sabe que un espía que cae detrás de la línea enemiga será negado y desconocido, ya que así es el juego que estamos jugando.
Será por nostalgia de aquellos años, o más probablemente por la pereza del verano, se nos vienen a la mente aquellos versos que escribiera un jovencísimo Bob Dylan en 1963, año del asesinato de John Kennedy y del debut oficial del Complejo Industrial Militar de EEUU: "Venid, amos de la guerra: Ustedes, que construyen las grandes armas y los aviones de la muerte, y todas las bombas. Ustedes que se esconden detrás de las paredes, de los escritorios. Sólo quiero que sepan: puedo verlos detrás de sus máscaras".
PETRONIO
Foto: rotativo.com.mx
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