Un caso único

El Presidente de la República no se destaca precisamente por la oportunidad de sus declaraciones ni por los temas aludidos en ellas. Y hasta podría decirse que, al margen de dejar de lado las que podrían afianzar su entidad como interesado globalmente en los problemas del país –caso de la ya misteriosa desaparición del niño correntino— ignora las que indudablemente aportan una cuota de prestigio para la Argentina, máxime cuando tienen condición de excepcionales o extraordinarias.

Es el caso de Faustino Oro, el niño de poco más de 10 años que acaba de consagrarse en la máxima categoría del ajedrez mundial –Gran Maestro Internacional— como el más joven de la historia dentro de esa disciplina, bien calificada como “juego ciencia”. Para más datos, Faustino venía de derrotar en una partida rápida nada menos que al número 2 en el orden internacional. La victoria la obtuvo en un importantísimo certamen internacional, disputado “on line”, en el que intervenían más de 1.600 aficionados de todo el mundo. Estas partidas especiales son un formato de juego rápido en el que no hay incrementos de tiempo. Esto aumenta la tensión, rapidez y precisión en cada movimiento de los jugadores.

Aunque están lejos de abundar, los niños prodigio no son novedad en la disciplina ajedrecística, donde es obligatorio citar al cubano José Raúl Capablanca y el estadounidense Bobby Fisher, pero el caso de Faustino Oro aparece como único en su condición, máxime que a tempranísima edad alcanza una jerarquía ambicionada por profundos estudiosos del ajedrez.

Con semejantes méritos, este niño merecería un mínimo de palabras de aliento por parte de la primera magistratura nacional y el apoyo para su previsible futura participación en una disciplina en la que años atrás la Argentina fue la segunda potencia en el mundo.