Viernes 26 de abril 2024

Es verdad, el saber no ocupa lugar

Redacción 17/03/2024 - 00.05.hs

Sentir la curiosidad de instruirse y estudiar es mantener encendida las ganas de vivir. Es cierto que la educación no tiene edad, y que siempre es buen momento para seguir el camino del conocimiento.

 

MARIO VEGA

 

Cada vez más nos enteramos que existen personas que cuando podría considerarse han llegado a la etapa del ocio y el sosiego, deciden estudiar. Están los que de manera más modesta –y a una edad en que ya no se esperaba que lo hicieran-, deciden terminar la escuela primaria, o quizás el secundario. A veces como una satisfacción personal, como una necesidad de cumplir con algo que les había quedado pendiente en otra etapa de sus vidas, y por eso quieren darse el gusto de finalizar lo que quedó inconcluso. Hay muchos ejemplos de situaciones como esas, y algunas fueron contadas en estas mismas páginas antes.

 

Avidez por saber.

 

Pero hay otro tipo de estudiantes… Personas que se supone, en el recorrido de sus vidas lo han dado casi todo, pero aún así mantienen intactas sus ansias de acceder a nuevos conocimientos. Y ciertamente no es que a esa altura estén necesitando un título que les pueda brindar mayores posibilidades laborales, o de cualquier orden que sea. No, simplemente estudian por curiosidad, llevados por el deseo ferviente de acceder a más conocimientos. Es avidez por saber, simplemente eso.

 

El hábito del estudio.

 

Mi hija mayor –hoy doctora en Letras, vinculada a la Universidad de Córdoba, que pasa horas y horas de su vida leyendo-, ante mi consulta me ofrece su mirada: “La pasión por la lectura puede ser como el fútbol, o cualquier otra actividad. Y aunque es muy difícil conocer el por qué de una afición, seguramente hay contextos que favorecen para tornarla en un hábito. En nuestra casa se leía, mi madre lo hacía desde el diario que llegaba todos los días a libros de autores conocidos… Es verdad que está la gente que no lee nada, pero sí muchísima que tiene el hábito del estudio y no hay edad para esos momentos en la vida”, argumentó.

 

Y es cierto que quienes dedican buena parte de su vida a leer, a estudiar, a interiorizarse en distintas áreas del conocimiento, y parecen tener una compulsiva necesidad de hacerlo. Se da no sólo cuando una persona se supone está “en edad” para eso –en plena formación-, sino también en otras etapas de la vida.

 

La vida en Catriló.

 

Me pregunto por qué –casi en sus 65 años- un exitoso abogado culmina una carrera que –si bien humanística también- no tiene que ver con lo que hizo buena parte de su vida; esto es litigar en un estrado judicial.

 

Román Molín (64), próximo a cumplir la edad en que se accede a la jubilación, es profesional del derecho desde 1986, desde que se recibió luego de estudiar en la Universidad Nacional de La Plata.

 

Nacido en Catriló, es hijo de Peppo Luiggi Molín (Pepino para sus compueblerinos), propietario de camiones y que supo andar los caminos del país durante muchos años transportando cargas de cereales; y de Titina Ferrero, ama de casa.

 

Hizo la primaria en la Escuela 10 de su localidad, y el secundario en el Instituto Catriló, para trasladarse más tarde a La Plata a realizar sus estudios universitarios.

 

Ajedrez y teatro.

 

En su pueblo, donde todos se conocen, Román tiene cantidad de amigos. Cuentan que cuando había algún partidito de fútbol (aunque lleva el nombre de un emblemático jugador del fútbol argentino) él prefería mirar. En todo caso manifestaba su costado lúdico frente a un tablero de ajedrez alentado por su tío Toto, que dicen era bueno en el arte de los trebejos. Eso sí, Molín es un apasionado del automovilismo. Pero además –cuentan los que lo conocen- le gusta el teatro e incursionó en los tablados con alguna obra que se protagonizó en Catriló.

 

Asado de catrilenses.

 

En Santa Rosa hay muchos catrilenses, que periódicamente se juntan en un buen servido (y regado) asado. Y cabe reflexionar en los tiempos que corren: ¡Sí que le va bien por aquí a la gente de Catriló!

 

Y fue precisamente Román el que empezó hace casi un cuarto de siglo con la idea de juntarse y recordar andanzas de los tiempos juveniles en el pueblo que es la entrada desde Buenos Aires a La Pampa. Como lo hicieron anoche.

 

Cuentan que estuvieron presentes Marcelo Molín, Enrique Farala, Bocha Fuentes, Hugo González, Pepe Álvarez, Canguro Casullo, Martín Urretavizcaya, Carlos Magenta, Hugo Ávalos, Rony Pescatori, Carlos Caballero, Tonio Torriani, Pedro Arpigiani y Vela González. Y hubo, como siempre, un sentido recuerdo de los que ya no están, como Gallego García y Antonio Bono.

 

La familia.

 

Román está casado con María Laura Aberásturi, escribana que tiene su propio registro en Darragueira (provincia de Buenos Aires). El matrimonio tiene tres hijas mujeres: Catalina (21), Lucía (18) y Emilia (14). La mayor es estudiante de Relaciones Públicas, alumna en Bologna (Italia), donde llegó a través de un proceso de erasmus (disfrutan las ventajas del programa de movilidad de la Comisión Europea). Hoy la joven está en el Trinity College de Irlanda como parte de su capacitación. Lucía cursa sexto año del Colegio de la Universidad, y es probable que emprenda Ciencias Políticas tal vez en la UBA. Emilia está en cuarto año del secundario, y ya se verá más adelante qué camino emprende.

 

Estudio Molín.

 

Román tiene un único hermano, Marcelo Juan, también abogado, con quien comparte el estudio jurídico que tienen en Garibaldi 584. Las actividades las inició el mayor de los Molín, después de recibirse en febrero de 1987, y más tarde (2008) se iba a sumar Marcelo, luego de cursar también estudios en La Plata.

 

Estuvieron dedicados desde siempre, en su tarea profesional, a atender acciones civiles, administrativas y laborales; pero también asesoraban a pequeñas empresas, municipalidades y comerciantes. Con el paso del tiempo el estudio logró prestigio, e incorporó a otros jóvenes abogados que también tuvieron allí la oportunidad de desarrollar su profesión.

 

Cabe decir que Román es además diplomado en Derecho Privado (Universidad de La Plata) y especializado en Derecho Público (en la Universidad Nacional de Córdoba). Y para completar ahora mismo está emprendiendo un curso de Filosofía en la AMIA.

 

Román y la política.

 

Román Molín es militante radical desde 1975, y lo cierto es que –aún cuando es un afiliado muy respetado en sus opiniones- nunca fue candidato a nada. Eso sí, por espacio de dos años, entre 2015 y 2017, fue secretario de Gobierno de la Municipalidad de Santa Rosa, cuando el intendente era Leandro Altolaguirre. “Mi amigo”, lo define.

 

Siempre interesado en la cosa pública, ha sido presidente del Colegio de Abogados, también del Club Italiano; vicepresidente de la Cultural Inglesa; y en un momento vocal de la Federación Argentina de Abogados en representación de nuestra provincia.

 

Por si fuera poco fue miembro del Consejo de la Magistratura por el Colegio de Abogados de La Pampa.

 

“Este momento va a pasar”.

 

Son días complicados en nuestro país –la pregunta que flota es cuándo no lo fueron-, y Román tiene su postura. “Frente a la situación que vivimos, y la educación en particular creo que no hay que tenerle miedo al debate. En estos tiempos violentos, donde las diatribas y descalificaciones son la norma, desde un amplio sector de la sociedad apostamos al diálogo, el debate y el respeto”.

 

En sus consideraciones, el flamante licenciado en Historia agregó: “Le tengo más miedo a las unanimidades que a las diferencias. La investigación para la tesis de licenciatura sobre la estructuración de un partido político demuestra que el intercambio de ideas, la acción parlamentaria más la vida interna abierta y generosa de los partidos políticos lleva a la racionalidad y la pacificación de la sociedad. Este momento va a pasar y seguro que el sistema universitario argentino saldrá fortalecido”, opinó.

 

“No es fácil, pero sí apasionante”.

 

“¿Por qué estudiar Historia a mi edad? Pienso que el estudio de la Historia permite la compresión de los procesos sociales, que a cualquier estudiante le abre la cabeza y le cambia la concepción de la vida… se aprende a valorar las diferencias y a comprender que vivimos en un permanente cambio”.

 

Enseguida agregó que “estudiar la carrera en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad de La Pampa no es nada fácil, pero es apasionante. Cada materia tiene un desarrollo académico que el alumno debe volcar en trabajos prácticos periódicos, dos pruebas parciales y un examen final, se disfruta mucho porque no sólo aprendemos sino que también comprendemos la sociedad en que vivimos”.

 

Recibido con 10.

 

Al defender su tesis de la licenciatura, “Que se rompa, pero que no se doble” (La conformación de la Unión Cívica Radical en La Pampa: discursos, prácticas y estrategias políticas, 1957–1972), Román estuvo acompañado de su familia –menos su hija mayor que está fuera del país-, y algunos amigos como el Negro Prieto, que ofició de fotógrafo del acontecimiento.

 

Cuando terminó su exposición, la mesa examinadora premió su desempeño con un 10, y la emoción embargó a todos. Román no olvidó allí agradecer el acompañamiento de su familia, y particularmente de su esposa, “que también vive perfeccionándose en su actividad profesional”.

 

En pocos meses se acogerá a la jubilación y asegura que será la oportunidad de dejar el Estudio Jurídico. Y vendrá el momento de pensar en seguir viajando –lo hizo en varias oportunidades a Europa-, y ver de cerca esos escenarios que de alguna manera lo acercaron a la lectura de la historia.

 

De todos modos el jubileo no significa –de manera alguna- que no vaya a continuar con esa idea permanente de sumar conocimientos. Todo el tiempo… Y tiene razón conque no importa la edad, y que estudiar en cualquier tiempo que sea ayuda a mantenernos intelectualmente sanos y conectados. Mantiene la mente despierta y nos invita a seguir disfrutando de la vida.

 

Personas para admirar.

 

Hace poco, charlando con Sergio, un amigo, sobre esto de estudiar cuando se podría creer que ya no es tiempo, él me decía: “Esto de dedicarse a estudiar a una altura de la vida en que ya se hizo casi todo me parece algo fantástico”. Y coincido con él: “Quienes lo hacen son gente para admirar… algunos quisieron estudiar de jóvenes y no pudieron, y otros que sí pero no obstante mantienen sus ganas de continuar aprendiendo… y pasados los años habrá que convenir que es un actividad que alimenta el espíritu”.

 

Sí, son personas que merecen admiración…

 

Educación pública modelo.

 

Román Molín es un agradecido de la educación pública y lo manifiesta: “No sólo lo digo por nuestra generación o las que vinieron más tarde, sino también por las que la anteceden”.

 

Así recordó que su padre que era italiano tuvo en el pueblo al que llegó en Argentina, Villa Regina, una escuela pública a 150 metros de su casa. “En Italia hubiera tenido que hacer ocho kilómetros para llegar; y también mi abuelo materno (ambos vinieron de niños) tuvo su escuela a media cuadra en Catriló, y en esos años allá en Europa debiera haber recorrido por lo menos 10 kilómetros. La ley 1420 hizo posible estos hechos”, expresó.

 

Consideró Molín que “la universidad pública ha sido, es y será una institución central en el desarrollo del país, en todos sus aspectos: cultural, económico, tecnológico. Creo que debemos volver a establecer los parámetros de la Reforma Universitaria de 1918, que en una buena parte se ha flexibilizado”, razonó.

 

Y agregó: “Los concursos docentes le dieron prestigio a la Universidad Publica Argentina y fue un modelo para la mayor parte de los países occidentales”.

 

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