Lunes 01 de julio 2024

Un taller de emociones

Redacción 29/06/2024 - 00.05.hs

En “El Contenedor de Arte”, Ana Inchaurraga y Cecilia Oses encontraron un lugar con mucha más relevancia que enseñar cerámica. Con cupos llenos de personas de distintas edades, brindan un espacio de convivencia y creatividad.

 

Es fácil adivinar que desde el nombre ya hay una postura, toda una declaración de principios. Una contención que inicialmente funciona hacia adentro y que luego se expande a quienes se acercan para aprender desde cero el arte de la cerámica o para profundizar lo ya adquirido. Y eso es lo que condensa “El Contenedor de Arte”, el espacio que dos amigas y socias abrieron durante la pandemia y que hoy alberga a decenas de personas cada día con ganas de “romper un poco las reglas del trabajo, la rutina y las exigencias” permanentes de un mundo que demanda casi sin freno.

 

“En mi caso llegué a un punto en el que la necesidad de poner una pausa y cambiar fue imperioso. Necesitaba ganar calidad de vida, centrarme en algo por afuera de lo que estaba haciendo al menos desde lo laboral y por eso el taller fue una salida que me hizo muy bien”, cuenta Ana Inchaurraga (44) que cuando terminó el colegio secundario emigró a La Plata, estudió el profesorado en Artes Plásticas y se recibió de ceramista.

 

“Yo me había inclinado por la formación musical, estudié en el Crear pero hice un taller libre de cerámica y me atrapó. Estudié en distintos lugares, fui alumna de Ana en la Escuela de cerámica del Centro Municipal de Cultura y desde ahí nos vinculamos”, detalla Cecilia Oses (39), la otra integrante del dúo de El Contenedor de Arte, el espacio que se ubica en la calle 25 de Mayo 76, en pleno centro de Santa Rosa (para conocer más están en Facebook e Instagram o si no por WhatsApp al 2954 – 231399 o 648870).

 

En 2021, Cecilia publicó un aviso en el que buscaba un salón para poder brindar un taller de cerámica. Ana había renunciado a su función pública en la Subsecretaría de Derechos Humanos e iba detrás de un cambio. Se unieron y la apertura fue en la calle Formosa. Desde entonces “El Contenedor” no paró de crecer.

 

“En marzo nos vinimos a este local, estamos muy contentas porque es un lugar amplio, con comodidad y las clases son en turno mañana y en la tarde. Vienen unas 160 personas en total, con grupos que en promedio son de 15 a 17 personas. Hay mujeres y hombres y las edades van desde los 16 hasta los 87 años que es la persona con más edad que tenemos actualmente. Antes también hacíamos cerámica para niños pero hoy ya no contamos con ese espacio. El taller es libre y trabajamos un montón de cosas, no sólo desde lo técnico”, describen las socias.

 

“Lo bueno es que las dos estamos de manera permanente. Somos muy amigas, armamos un equipo, una sociedad, y funcionamos como tal. Apostamos por un proyecto y por supuesto que vivir de lo que te gusta es impagable. Esto es calidad de vida para nosotras y por supuesto que un contexto económico y social como en el que estamos el temor está muy presente, las preocupaciones, todo eso que nos afecta a todos. Pero como plata y miedo nunca tuvimos, apechugamos y le metemos para adelante. Siempre de a un pasito, como los bebés. Somos corajudas”, se ríe Ana aunque la afirmación se ajusta perfectamente a la actitud cien por ciento emprendedora de ambas.

 

Emociones.

 

La idea de contener está presente en cada palabra y en cada intención que Ana y Cecilia le imprimen a su taller. En esa convivencia con tantas personas tan diferentes, con necesidades y demandas distintas, se condensa lo mejor del espacio artístico que llevan adelante.

 

“Más allá de lo específico de la cerámica, de sus técnicas, de la moldería, de los hornos, acá la gente transita sus estados y eso incluye los tiempos de espera, las ansiedades, las emociones. Las problemáticas de cada persona aparecen, todos tenemos nuestras particularidades y se genera un ambiente muy lindo, muy cálido y eso es lo que a nosotras nos representa y es lo que buscamos”, señala Ana.

 

“Para mucha gente esto puede resultar una distracción, hacer cerámica tuvo mucho auge en el último tiempo, pero está claro que es mucho más que eso. Por eso muchos se enojan cuando les decimos que no tenemos más cupos, pero afortunadamente tenemos una gran demanda y cuando se completan los grupos no podemos seguir sumando, más allá de que sería hermoso poder darle la chance a todas las personas que lo quieran”, añade Cecilia. Los contactos permanecen y cuando se hace un lugar, ellas les avisan a quienes esperan por un cupo.

 

Temperatura.

 

En “El Contenedor de Arte” utilizan la técnica de baja temperatura también llamada loza. Los dos hornos del salón llegan a los 1230 grados pero Ana y Cecilia cocinan las piezas hasta los 1050 grados que es la manera más tradicional de hacer productos de cerámica.

 

“Hay que tener paciencia en cada paso porque se hornea dos veces, se aplica esmalte; en fin, es necesario no saltearse cada etapa porque si no, puede salir mal. En su momento la cerámica se vinculaba más que nada a las mujeres pero eso se revirtió y vienen hombres. De hecho el oficio de ceramista siempre estaba más vinculado a lo masculino, así que tenemos de todo en las clases”, explican sobre el taller que funciona de lunes a viernes en hasta tres turnos y también los sábados por la mañana.

 

“Nuestra idea es que el taller sea accesible, nosotras proveemos materiales que son muy caros, de hecho la mayoría de los insumos ni siquiera se consiguen acá así que hay que pedirlos, traerlos, pagar el flete y demás. Pero apostamos a que venga la mayor cantidad de gente posible y que la cantidad nos permita sostenerlo económicamente sin cobrar una barbaridad”, remarca Cecilia.

 

La idea de contener, de ofrecer un espacio de bienestar sobrevuela toda la charla con LA ARENA. Y Ana lo tiene claro. “Hoy el mundo adulto, en su gran mayoría, tiene la demanda de trabajar, trabajar y trabajar. Y eso genera enfermedades, trastornos. Nuestra meta fue ganar calidad de vida y por eso ofrecemos contener, nutrirse, crecer”, resalta. “Siempre nos reímos de que se forma como una especie de clan, el año pasado nos reunimos con quienes vienen y comimos juntos, alquilamos un toro mecánico, disfrutamos del aire libre. Todo eso también es El Contenedor”, agrega Cecilia sobre un taller que es mucho más que enseñar y aprender cerámica. Es un refugio interno ante tanta agresividad del afuera. Una caricia necesaria.

 

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