Lunes 01 de julio 2024

El algoritmo estafador

Redacción 30/06/2024 - 18.45.hs

Pocos lectores habrá que reconozcan el nombre de Daniel Ek; incluso entre quienes vieron la serie "The Playlist" que traza una somera biografía de sus hazañas. Para presentarlo rápido, se trata del "creador" y CEO de Spotify, empresa sueca líder en el mundo del "streaming" musical. Como todo empresario con base en internet, billonario de la noche a la mañana -a base de subsidios estatales y explotación del trabajo ajeno- ahora se aburre y pontifica por X. Con una imagen calcada de Steve Jobs, es lo que la gente de cierta edad llamaría "un mequetrefe"; aunque probablemente las generaciones más jóvenes lo calificarían simplemente como "un forro".

 

Contenido.

 

La cuestión es que días atrás, este depredador descendiente de vikingos, en medio de su abulia y tratando de aparentar profundidad, se despachó con un twit en el que -con cita a Marco Aurelio incluida- reflexionaba: "Hoy, con el costo de creación de contenido cerca de cero, la gente puede compartir una cantidad increíble de contenido".

 

Nótese lo mal construida que está la frase, que repite dos veces la misma palabra, "contenido". No es una casualidad. Para él, todo lo que circula por la aplicación Spotify merece ese nombre, aunque la gente con verdadera cultura lo definiría simplemente como "música", una de las bellas artes.

 

La gente de internet es así. Le da lo mismo lo que circule por sus líneas de producción, si es caviar o mondongo, total, al final del tracto digestivo todo tendrá el mismo aspecto.

 

Aunque hay que decir en favor de Ek (su apellido suena como un pequeño eructo) que Spotify no sólo transmite música. También se ocupa de emitir el "podcast" de Joe Rogan, un personaje inenarrable, ex "periodista" de Fox, comentarista de artes marciales (UFC) y en general, propalador de contenido tóxico, noticias falsas e ideología fascista. Su mayor mérito periodístico parece haber sido, dicen, haber compartido un porro con Elon Musk durante una entrevista.

 

Música.

 

Spotify nació de la carroña maloliente de la industria discográfica, que terminó de colapsar a comienzos del milenio con el advenimiento de Napster y otros sitios de internet dedicados a hacer circular música gratuitamente. Los ejecutivos de esa extinta industria, con sus hábitos de estrellas de rock (jets privados, cocaína, groupies) ya estaban en el horno cuando apareció Ek, que no tuvo más que arriarlos y encerrarlos en un feedlot: ni siquiera le hizo falta castrarlos.

 

Su modelo de negocios se basa en quedarse con todo, o casi todo el dinero, mientras los músicos y compositores reciben fracciones de centavo por cada vez que su música es reproducida por los usuarios. De ahí que se vanaglorie de que su costo es casi cero. Su interés por la música también lo es. De hecho, es probable que si le preguntan qué es un acorde disminuido lo asocie con una disfunción eréctil.

 

Esto lo ha logrado en base a prácticas claramente fraudulentas, como el direccionamiento de sus usuarios hacia música "creada" por la propia empresa, para quedarse así no sólo con las suscripciones y la publicidad, sino también con los derechos de autor.

 

Parte de este fraude tiene un nombre: Johan Röhr. Este joven "compositor" sueco es, a través de 650 nombres falsos, el artista más reproducido en Spotify, con 15.000 millones de escuchas, superando a verdaderos genios de la música como The Beatles y los también suecos ABBA. Por supuesto, sus "creaciones" son producto sobre todo de la inteligencia artificial. Su talento ha de ser escaso: si hasta para elegir nombre a sus alias le puso a uno "Adelmar Borrego".

 

Creación.

 

En modo filósofo, Daniel Ek balbucea: "La mayoría de lo que vemos o escuchamos pronto se vuelve obsoleto, y sin embargo hay ideas y hasta piezas musicales que permanecerán relevantes por décadas, incluso siglos. ¿Qué estamos creando hoy que va a ser valorado y discutido en cientos o miles de años?

 

Como el lector habrá colegido a esta altura, que este pelafustán emplee el verbo "crear" en la primera persona del plural, es un insulto a nuestra inteligencia. Ek es incapaz de crear nada que no sea dinero.

 

Pero parte de lo que intuye es cierto: dentro de miles de años, la música seguirá siendo valorada por la humanidad. Todavía no sabemos por qué: cómo es que esas vibraciones que llamamos sonido, debidamente organizadas, nos conmueven y transforman. Pero este fenómeno ha estado con nosotros desde los albores de la humanidad, y no se irá a ningún lado en el futuro.

 

Lo que seguramente no será recordado en mil años es este personaje abyecto, ni su creación, Spotify. A lo sumo, en algún manual de economía se la mencionará como un ejemplo interesante de estafa piramidal surgido a comienzos del siglo XXI.

 

PETRONIO

 

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