Sabado 29 de junio 2024

Sin embargo ...se mueve

Redacción 27/06/2024 - 00.20.hs

Assange compareció ante la justicia norteamericana, de camino a Australia, se produjo en una colonia de EEUU en el Pacífico Sur. Acaso sea adecuado que su "confesión" se produjera en un patio trasero del imperio. Tal vez habrá pensado: “Si ustedes son la justicia, claramente mi lugar está entre los culpables”.

 

JOSE ALBARRACIN

 

Según la tradición oral -lamentablemente no corroborada por documentos contundentes- en 1633 el científico Galileo Galilei, tras ser obligado por la Inquisición a abjurar de la teoría copernicana, según la cual la tierra orbita alrededor del sol, pronunció por lo bajo la frase "eppur si muove", que en castellano quiere decir "y, sin embargo, se mueve". Hoy quedan pocos imbéciles dispuestos a discutir esta verdad científica irrefutable, y hasta el propio Vaticano se vio obligado, treinta años atrás, a reivindicar a Galileo. Sin embargo, acabamos de asistir a un hecho histórico que admite comparación con aquel desafío del anciano científico, perseguidos por los torturadores del papado.

 

Assange.

 

Esta semana se conoció, sorpresivamente, la noticia de que el periodista australiano Julian Assange, fundador del sitio Wikileaks, había aceptado declararse culpable del delito de "espionaje" por el que Estados Unidos demandaba su extradición, para someterlo a un proceso que podía haberlo llevado a prisión por hasta 175 años (como se sabe, el sistema judicial norteamericano no contempla la expectativa de vida establecida por la ciencia biológica).

 

Y lo hizo luego de casi tres lustros, no ya de una "amenaza" de tortura, sino de la efectiva aplicación de tormentos contra su persona, que hicieron grave mella en su salud. Como se sabe, EEUU no es ajeno a la aplicación sistemática de torturas, como lo prueba su administración de las prisiones de Abu Ghraib, en Irak, y de Guantánamo, en territorio usurpado a Cuba.

 

El "delito" por el que finalmente fue condenado, con su anuencia -y por el que saldrá en libertad, luego de haber cumplido más de cinco años de reclusión en una cárcel de máxima seguridad del Reino Unido- es el haber divulgado documentación militar y diplomática auténtica, que probaba la comisión, por parte de las fuerzas armadas norteamericanas, de diversos crímenes de guerra, incluyendo el asesinato de periodistas. Esos documentos le habían sido aportados por un ex militar de EEUU (Chelsea Manning) que fue condenado por el hecho y luego indultado.

 

En realidad, Wikileaks realizó muchas otras revelaciones basadas en documentación oficial (aunque secreta) que dejaba muy mal parada a buena parte de la dirigencia política del mundo. Entre nosotros, el libro "Argenleaks", publicado por Santiago O'Donnell en base a material proporcionado por el propio Assange, daba cuenta del incesante paseo de políticos argentinos visitando la embajada norteamericana en Buenos Aires, ventilando información sensible del gobierno y conspirando contra los intereses nacionales.

 

Canallas.

 

Pero sería injusto culpar de lo ocurrido solamente al gobierno de Washington. En su determinación de escarmentar y quebrar a Julian Assange, contó con la obsecuente colaboración de varios gobiernos del así llamado "mundo libre", el mismo que dice apoyar la libertad de prensa.

 

Para empezar, la persecución judicial se inició en Suecia, en base a dos difusas acusaciones por crímenes sexuales (no violentos) que la fiscalía había rechazado inicialmente, por su falta de consistencia. Dato no menor, una de las supuestas víctimas era una cubana "disidente", grupo éste que se caracteriza por su apoyo irrestricto al imperialismo norteamericano que Assange amenazaba con sus revelaciones.

 

Emitida una orden de arresto en 2012, el periodista australiano obtuvo asilo en la embajada de de Ecuador en Londres, merced al compromiso personal del entonces presidente Rafael Correa (quien, no por nada, hoy vive también en el exilio). Lamentablemente, su corrupto sucesor Lenin Moreno no sólo revocó ese asilo en 2019, sino que permitió el ingreso de la policía británica a la embajada para permitir su detención.

 

Y está, por supuesto, el siempre execrable rol del Reino Unido. Primero, negándole a Assange el salvoconducto para salir de la embajada y dirigirse a Ecuador, donde se le había concedido la ciudadanía. Luego, cuando Suecia retiró los cargos por "violación" en 2017, prolongando su detención a pedido de EEUU, que ahora sí había mostrado sus cartas, y había pedido la extradición por una larga lista de crímenes imaginarios.

 

Epico.

 

Durante más de cinco años, Assange permaneció recluido en la cárcel de Belmarsh, en una celda solitaria de donde sólo podía salir 45 minutos por día a tomar sol y ejercitarse. Su deterioro físico y psicológico fue evidente, no obstante lo cual libró una formidable batalla legal para resistirse a la extradición.

 

A la delirante cantidad de supuestos delitos que se le imputaban, se sumaba el hecho de que, al no ser ciudadano norteamericano, Assange no gozaría de los mismos derechos de defensa ante esos tribunales. En particular, no había ninguna garantía de que pudiera alegar en su favor el ejercicio de la libertad de prensa, cuando todo lo que hizo al publicar esa información no difería, por ejemplo, de lo que hicieron el Washington Post y el New York Times en ocasión del famoso caso de los Papeles del Pentágono.

 

Hoy Julian Assange, uno de los últimos exponentes de la esperanza humana en internet -hoy cooptada por las corporaciones- está de vuelta en su país natal, donde ojalá se recupere satisfactoriamente de la formidable tortura que se le aplicó por casi quince años.

 

Su comparendo ante la justicia norteamericana, de camino a Australia, se produjo en una colonia de EEUU en el Pacífico Sur, las Islas Marianas. Acaso sea adecuado que su "confesión" se produjera en ese patio trasero del imperio. "Eppur si muove", habrá pensado: “Si ustedes son la justicia, claramente mi lugar está entre los culpables”.

 

'
'

¿Querés recibir notificaciones de alertas?