Martes 02 de julio 2024

El Codo de Chiclana

Redaccion Avances 30/06/2024 - 06.00.hs

La rica toponimia indígena de La Pampa tiene un interesante complemento en denominaciones que se fueron incorporando a la geografía pampeana en años posteriores y que en no pocas ocasiones han ido cayendo en el olvido, perdiéndose su uso y el origen de las mismas. Tal el caso del denominado Codo de Chiclana, otrora clara referencia sobre el curso medio del río Colorado.

 

Omar Norberto Cricco *

 

Al sur de La Pampa, en el límite con Río Negro, en su monótono tránsito por la meseta nordpatagónica, el río Colorado se encuentra bruscamente con las antiguas y desgastadas sierras de Choique Mahuida.

 

Producto del encuentro, el río cambia bruscamente su rumbo para bordear las sierras por su extremo austral; a decir de Manuel Olascoaga “un lugar que no podría confundirse con ningún otro en la costa del río Colorado”.

 

Este sector del río entre Choique Mahuida y Pichi Mahuida, caracterizado por la presencia frecuente de afloramientos rocosos en su cauce, es a su vez un espacio de confluencias tanto geográficas como históricas.

 

Ese lugar, donde estas sierras y el ínfimo y salobre curso del Curacó van a encontrarse con las aguas del Colorado, fue en otros tiempos un punto destacado donde confluían varias rastrilladas indígenas; tanto las que subían o bajaban por ambas márgenes del río Colorado, como aquella que siguiendo el curso del Curacó llegaba desde las lagunas y se continuaba hacia el sur en la célebre rastrillada del río Negro, la que vinculaba Choique Mahuida con la histórica isla de Choele Choel.

 

Para cuando Hernandarias y Cabrera, a principios del siglo XVII pasaron fugazmente por allí tras el espejismo de los Césares, estas rastrilladas eran ya caminos milenarios. De todos modos para el blanco la lejana zona conservó por mucho tiempo más el halo de misterio que imponía lo desconocido.

 

Sólo con la campaña de Rosas en 1833 se realiza un reconocimiento más acabado del sector; complementando las operaciones militares de Ángel Pacheco y Pedro Ramos en el área, el agrimensor Feliciano Chiclana realizó, por orden de Rosas, un minucioso trabajo midiendo rumbos y distancias y dejando así un claro registro de estos caminos primitivos. Por casi medio siglo esta labor de Chiclana fue casi la única referencia cartográfica cierta.

 

Durante las operaciones de 1879 el lugar vuelve a ser objetivo y punto de paso clave. Entre los muchos informes producidos entonces vale recordar dos en particular, el de Manuel Olascoaga, quien ese año tuvo a su cargo el diario de marcha de la Primera División, y el de Estanislao Zeballos quien meses más tarde recorrió y describió la zona en lo que él llamó Viaje al país de los araucanos.

 

 

Marchando río arriba y por la margen sur del Colorado, Olascoaga relata en su libro: “divisamos al occidente un caprichoso recorte azulado que cierra el horizonte: son tres cerros bajos separados entre sí a muy corta distancia. […] El todo sugiere la idea de un gigantesco avestruz echado en el campo, en la posición en que estos animales acostumbran quedarse cuando descansan después de una larga carrera. No llevábamos en ese punto baqueano que nos diese el nombre de aquella sierra; pero al instante dijimos: ¡allí está Choique Mahuida!”.

 

Muy poco después, ya acampando en el sitio, Olascoaga, complementa la descripción del punto que nos ocupa: “La sierra así llamada [Choique Mahuida] viene desde el norte y parece que hace puente sobre el río; mas al acercarse a su extremo sur se ve […] un codo agudo donde sus aguas torrentosas remolinan rechazadas por la alta barranca […]. Se denominó este punto, Codo de Chiclana, rindiendo honor y justo homenaje al ilustrado ingeniero de este nombre, cuyos levantamientos científicos en esta región hemos tenido ocasión de utilizar, constatando su exactitud”.

 

 

Con este testimonio de Olascoaga quedan claramente indicados tanto la justificación del nombre indígena de las sierras como el origen y el autor del topónimo del lugar que hoy nos ocupa.

 

En su Estudio Topográfico de La Pampa y Río Negro, publicado en 1880, el comandante Olascoaga complementó esta descripción escrita con una interesante ilustración a vuelo de pájaro donde reflejó el acontecimiento geográfico.

 

Fotografías.

 

Por su parte Zeballos, casi con aquel caluroso verano encima, llegó por la rastrillada que acompañaba el cauce del Curacó y nos dejó también sus impresiones tanto de las dificultades del camino como las que imponía el cruce del río. Pero, por sobre todo, son de destacar en esta expedición algunas fotografías del lugar tomadas por el fotógrafo Arturo Mathile; fotografías que aunque resulte extraño para la época y el lugar, no fueron las primeras pues ya en mayo de ese mismo año Antonio Pozzo había tomado alguna en las inmediaciones de lo que él identificó en su álbum fotográfico como “Chico Movida”.

 

Inmediato a la ocupación militar y para garantizar la seguridad del estratégico punto, sobre la margen sur del río se instaló el Fortín Uno. Las antiguas rastrilladas por donde circulaba el malón pasaron entonces a ser huellas de carros y el punto conservó su importancia hasta casi fin de siglo; incluso la galera de Jorge Vallée que unía Hucal con General Roca cruzaba el río en las inmediaciones, lo que por entonces se conocía como Paso Vallée, para luego avanzar hacia el sur por la histórica rastrillada indígena.

 

En 1882 cuando el agrimensor Claudio Andrés Braly realizó la mensura y subdivisión de los campos de la margen norte del Colorado, la X sección, al describir el lote 13 del cuadro E de la misma, refiere que “la línea pasa enfrente del paso de ‘Choyque Mahuida’. En la banda sur del Río existe un fortín de donde se aparta el camino a ‘Choele Choel’. Esta parte del camino es la conocida por el ‘Codo de Chiclana’”.

 

Fortín Uno.

 

Con el tiempo el paraje fue adoptando el nombre de Fortín Uno, que más tarde se consolidó cuando el F.C.S. le dio ese nombre a la flamante estación habilitada en 1898. Entonces el topónimo “Codo de Chiclana” se mantuvo en algunos mapas oficiales hasta los años ‘40 para identificar la vuelta del río, pero progresivamente fue desapareciendo.

 

En realidad, la llegada del ferrocarril, alejándose un poco más de ella, selló la suerte de la antigua rastrillada y con ello la importancia del sitio. De nada valió la reserva de tierras para una colonia agrícola frente al mismo Codo de Chiclana: por casi dos décadas languideció la incipiente población y finalmente los comercios establecidos y alguna oficina pública fueron abandonados y los pobladores terminaron yéndose del sitio; hasta aquella balsa de Fortín Uno en cuya maroma, a decir de don Edgar Morisoli, “envejeció” don Crisanto Alsina, también terminó por clausurarse.

 

El trazado de la nueva ruta 22, y más tarde la privatización del ferrocarril Roca, alejaron más aún a la zona de las principales vías de comunicación. Tanto que hoy es un lugar aislado, apartado de los caminos asfaltados y sólo recorrido por caminos de tierra secundarios, donde en algunos casos hasta no faltan las tranqueras. La ganadería, a uno y otro lado del río, es la principal actividad en el medio. La ilusión de una población y su colonia agrícola murió lentamente y si alguna vez se renovó la esperanza por ella, ésta se desvaneció totalmente con la cancelación del proyecto Huelches.

 

Así, lo que otrora fuera referencia destacada en una amplia región, recuperando su virginal paz de siglos ha pasado a ser un apartado y casi ignorado punto de la geografía austral pampeana; ámbito al que hoy hemos vuelto a evocar tratando de salvarlo del olvido por algún tiempo más.

 

 

Bibliografía principal:

 

- Garretón, Juan. Partes detallados de la expedición al desierto de J.M. de Rosas en 1833. Eudeba. Bs As. 1975.

 

- Olascoaga, Manuel. Estudio topográfico de La Pampa y Río Negro. Eudeba. Bs As. 1974.

 

- Zeballos, Estanislao. Viaje al país de los araucanos. Elefante Blanco. Bs As. 2002.

 

- Braly, Claudio Andrés, Mensura de la X Sección de La Pampa Central. Bs. As. 1882 (Libros Azules).

 

* Colaborador desde Choele Choel

 

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